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Juan Carlos Baglietto
Entrevista
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Creo que la misma
no tiene desperdicio
RBerdi
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Es uno de los grandes creadores e intérpretes de la canción argentina.
Formó parte de la exitosa y renovadora Trova Rosarina.
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Luego se volcó a un repertorio que rescató a grandes autores de la nuestra música, como Atahualpa Yupanqui, Homero Manzi y Cátulo Castillo.
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“En Rosario hay respeto por la palabra”.
Juan Carlos Baglietto lleva un rato hablando de su vida, su oficio y sus proyectos en una tarde a pleno sol y calor en la Rural de Palermo.
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El trovador rosarino, el mismo que desembarcó en Buenos Aires hace ya 25 años, subraya el cuidado por la palabra para reconocer su admiración por otro gran rosarino:
el Negro Fontanarrosa.
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Y qué mayor autoridad que la de Baglietto para hablar del respeto por la palabra, si mostró su amor por la poesía hecha canción allá por los comienzos de los ochenta, cuando el fulgor de una democracia que recién renacía llevaba a la gente a copar las plazas para escucharlo y corear con este hombre de voz inconfundible e histrionismo escénico himnos de aquellos tiempos, como
Era en abril o Mirta, de regreso.
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Un cantautor que esquivó los encasillamientos y dejó la comodidad de pertenecer a la Trova para registrar con su voz en nuevos discos a maestros de la palabra como Homero Manzi, Atahualpa Yupanqui o hasta el mismísimo Jorge Luis Borges, en tiempos en que el tango y el folklore se habían vuelto casi mala palabra para buena parte de la juventud capitalina, a comienzos de los noventa.
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Baglietto está sentado en la silla giratoria de un camarín, detrás de un gran escenario montado para participar, en pocas horas, de un concierto solidario a beneficio de la Fundación del Hospital de Pediatría Juan Garrahan.
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Viste chomba, bermudas y zapatos náuticos, y comparte el lugar con Lito Vitale, su último compañero de aventuras, con el que grabó varios discos y recorrió cientos de rincones del país.
Cuenta que siguen siendo grandes amigos, pero que ahora van por caminos separados.
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Baglietto formó una banda propia y está sacando su primer disco solista en muchos años.
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Toma la palabra, vuelve a su ciudad y analiza la identidad del rosarino.
“Hay una música rosarina que, sobre todo, por sus poetas, se diferencia de la poesía que se escribe en otros sitios de la Argentina. En Rosario hay mucha gente escribiendo, hay buena madera.
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También hay otros humoristas, pero tenemos la suerte de que el negro Fontanarrosa sea rosarino y, además, de que sea un talento innato.
Es un humorista con contenido, que profundiza, y al que le interesa la palabra a tal punto que escribe libros.
El Negro no intelectualiza el humor, pero es un tipo con sustento. Por eso algunos autores rosarinos tienen una característica particular, ese sustento que te da el que te importe lo que estás diciendo”.
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A Baglietto siempre le importó qué decir.
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Así, en uno de los más duros tiempos de la Argentina, allá por el 2001, junto con Vitale sacó el disco ¿Qué más hacer en esta tierra incendiada si no cantar? y lo recuerda así:
“El canto en alguna medida puede ser una especie de ungüento: no cura, pero calma. Es un bálsamo.
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En tal caso los artistas podemos ser relatores de la realidad, pero no sé si estamos en condiciones de cambiarla, por lo menos a través del canto.
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Uno va creciendo y entendiendo que es así.
Cuando tenés 16 ó 17 años pensás que vas a cambiar las cosas con la música, o con el oficio que tengas.
Después, con lo que hacés te das cuenta de que podés generar un mínimo cambio en tu entorno inmediato”.
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La gira para presentar aquel disco fue para el músico la oportunidad de redescubrir la Argentina y conocer otras realidades:
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“En los viajes uno aprende a entender la realidad de la Argentina, que no tiene nada que ver con la de Buenos Aires.
La realidad del interior es muy distinta a ésta, lo veo en la idiosincrasia de la gente, en su forma de ser y de vivir, y hasta lo veo en su pobreza.
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Pensamos que nuestra realidad no es la misma que la latinoamericana, pero basta con salir al conurbano para darte cuenta de que es la misma que en Paraguay, Bolivia, Ecuador y los demás países.
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Pero desde Buenos Aires nos resistimos a verlo, a ser latinoamericanos: queremos seguir siendo europeos.
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Igualmente en el interior hay grandes conglomerados como Córdoba, Mendoza o Rosario.
Pero aun ahí tenés otra forma de ver las cosas, son otras velocidades.
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De todos modos yo elegí vivir en Buenos Aires. Me han preguntado si volvería a vivir en Rosario u otra ciudad del interior. Y creo que esos sitios me ofrecen una tranquilidad que hoy no quiero.
Pero por cómo soy, espero que en la última etapa que me toque vivir pueda volver a radicarme en alguna provincia, tal vez en el sur”.
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–¿Cree que el artista tiene una mirada diferente a la del resto de la gente?
- –No. Uno ve lo mismo, lo que sucede es que tenés la suerte de ejercer un oficio o un trabajo que te permite expresar lo que ves.
Cuánta gente tendrá ganas de decir lo que un artista tiene la posibilidad de expresar por contar con un micrófono, un pincel o un escenario. Pero no es que uno vea distinto. Esto es un oficio.
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–¿Es de los que piensan que el artista tiene que estar comprometido con lo que pasa a su alrededor?
-–Uno siempre tiene que comprometerse con lo que hace, sea artista o no.
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En el artista puede reflejarse más porque tiene la posibilidad de pararse ante otra gente, decir lo que piensa, mostrar lo que hace. Pero el compromiso tiene que ser de todas las personas. Y no tiene que ver con hacer grandes cosas, uno puede ser solidario todos los días, no hace falta que hagas un megaevento para serlo.
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Yo creo en las relaciones entre las personas, hago infinidad de cosas en relación con otros, y no es que todo el mundo me interese ni que viva pendiente de “Ser rosarino es como un bien, como sentirse muy fanático de un equipo de fútbol, es un valor agregado”lo que digan o piensen para ayudar.
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Hay cuestiones que son intransferibles, uno no puede estar quejándose todo el tiempo por la falta de solidaridad y después no serlo. Hay que empezar por casa, por lo menos podés lavar los platos de vez en cuándo, aunque eso no salga en los diarios.
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A Baglietto se lo ve de buen humor. Bromea con Manuel Wirzt, tras bambalinas.
El músico dice que hoy prefiere mirar un presente que lo hace feliz. Lejos de renegar de su pasado –es un agradecido por todo lo que vivió con la Trova Rosarina–, le escapa a esa nostalgia que pueda ponerle trabas al crecimiento y al cambio.
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“Tengo la suerte de que la gente me haya permitido seguir, a lo largo de los años, grabando distintas cosas. No soy de decir “qué buena aquella época”, o “¿te acordás de cuando hacíamos esto?”.
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Tengo mucho para ocuparme del presente como para andar viviendo del pasado”.
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Aunque Rosario forme parte de su pasado, igualmente Baglietto, cada vez que puede, la recorre y visita a sus viejos amigos y familiares que viven allí. Dice que se sigue sintiendo rosarino porque aún tiene una “fuerte ligazón con la gente”.
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El músico recuerda sus comienzos, cuando el sueño de subir a un escenario se materializaba en los pubs rosarinos, a pesar de que el público muchas veces se cerraba ante lo nuevo.
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“Creo que la visión que tiene hoy el rosarino de lo que son sus artistas es muy distinta de la que tenían cuando hace 30 años nosotros peleábamos por subir a tocar a un escenario.
Siento una cosa de respeto y de valoración de mi trabajo y el de mucha otra gente.
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Hoy un artista es un señor que trabaja, respetable.
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Tres décadas atrás pujábamos por hacer conciertos, y éramos todos catalogados como una manga de vagos. Hay cosas que han ido cambiando para bien”. El cambio no ha sido sólo en la mirada del rosarino hacia el artista, sino también en el respeto y el orgullo que siente por ser parte de ese hermoso lugar a orillas del Paraná, cuenta Baglietto:
–La misma metamorfosis ha llevado a que la gente respete más a su ciudad.
Ser rosarino es como un bien, como sentirse muy fanático de un equipo de fútbol.
Es un valor agregado, y no era así antes. Ahora se dice con más orgullo “soy de Rosario”.
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“Creo que la visión que tiene hoy la gente ve que la ciudad está más linda. Aunque por supuesto que hay más pobreza, no es el edén. Pero, por ejemplo, al río lo tuvimos ahí toda la vida. Y los rosarinos lo descubrimos hace 25 ó 30 años; antes teníamos un paredón, el ferrocarril separaba a la gente del río. Se aprendió a mirar mejor.
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Baglietto asoma la cabeza por el cortinado del escenario. Hay bastante gente. Alguno que lo reconoce desde una tribuna lejana vitorea su nombre.
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Por delante pasa su hijo Julián, baterista, quien ya tocó en varios recitales con él.
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–¿Qué siente al compartir el escenario con un hijo?
-–Es un orgullazo. Para mi es increíble como toca Julián, aunque uno tiene una visión poco objetiva de los hijos. Me encantaría que entendiera la verdadera trascendencia de lo que es este oficio, su verdadera magnitud.
Si bien tiene 16 años y aún es chico, sabe que este trabajo no es broma. No es sólo mostrarse, tocar la batería y levantarse chicas; eso es una porcioncita mínima de algo muchísimo más grande.
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Como en cualquier otro oficio, uno tiene que poner rigurosidad y un gran esfuerzo. Tiene sus grandes recompensas, pero hacer música es tan sacrificado como hacer cualquier otra actividad seriamente.
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El cortinado se abre y Baglietto sale a escena.
El trovador rosarino comienza su espectáculo y, como lo viene haciendo desde hace 25 años, ya nada lo detiene.
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Sabe lo que es cantar para vivir.
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Sergio Limiroski
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Temas
01 - Vaya una Vida.mp3
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02 - Los Dias por Vivir.mp3
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03 - Mirtha de Regreso.mp3
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04 - Constitucion de Noche.mp3
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05 - Dios y el Diablo en el Taller.mp3
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06 - Milonga Sentimental.mp3
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07 - Actuar para Vivir.mp3
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08 - Era en Abril.mp3
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09 - La Vida es una Moneda.mp3
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10 - Eclipse de Mar.mp3
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11 - Nostalgias.mp3
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12 - El Gigante de Ojos Azules.mp3
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